martes, 27 de diciembre de 2011

2012

No hay nada más inútil que un hombre buscando el sentido de su vida, y no hay nada más maravilloso que la propia existencia. La realidad tan sólo es un relato que nosotros mismos hemos creado a partir de toda la información que nuestra cabeza recibe de los sentidos. Lo que vemos, lo que oímos, lo que sentimos, tocamos y saboreamos, son los únicos contactos veraces con el mundo que hay ahí fuera. Todo lo demás es sólo una explicación con la que intentamos hacer comprensible la vastedad del universo. No hay un por qué, y cada uno de nosotros construye su propio para qué. No pedimos estar aquí, y nuestra existencia depende de una serie de condicionantes físicos, químicos y climáticos sobre los que no tenemos control alguno. Somos piezas de un engranaje estratosférico, de un reloj infinito, frutas que han nacido únicamente por la mera posibilidad de que el árbol que nos produce está capacitado para fabricarnos. Por todo esto, sólo podemos dignificar nuestro paso por el mundo. Hacer que merezca la pena el tiempo vivido, la vereda recorrida. Evitar el daño voluntario y consciente al prójimo, y sembrar felicidad y bienestar en los seres que son imprescindibles en nuestro caminar. Estamos aquí para amar, para hacer el bien a nuestro alrededor, para cumplir nuestras ambiciones y para desarrollarnos como personas, consiguiendo lo que queremos. Sólo tenemos una vida, y somos tan frágiles dentro de este mecanismo colosal, tan superficiales y efímeros, que basta un segundo para perderlo todo y morir. Por ello, es nuestro deber aprovechar cada instante y hacer felices a las personas que nos aman, pues ese y no otro es el camino que podemos recorrer en el mundo. Tú y yo estamos en el punto preciso de nuestros senderos en el que tenemos el universo a nuestros pies. Podemos hacerlo todo, llegar a cualquier parte, acumular felicidad y sabiduría. Admiramos, de pie ante sus cimientos, la gran obra de nuestras vidas, la historia que desde que nuestros avatares se chocaron en mitad de esta bóveda celeste, está creciendo. Nuestras manos se han juntado para levantar el pequeño castillo desde el cual haremos que la existencia tenga un para qué, y la recompensa es tu sonrisa. Yo sólo quiero construir una familia contigo, dejar la huella que nos supere en el tiempo y en el espacio, fabricar vidas que lleven nuestra sangre y dejarles las herramientas adecuadas para que ellos puedan seguir la senda de su destino y hacer lo mismo en sus vidas. No hay una razón por la cual estoy vivo, pero sí hay una razón por la que debo vivir: tú. 

Feliz 2012, pequeña

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