viernes, 9 de marzo de 2012

Carta

No sé cómo empezar esta carta, si es que puedo decir que esto sea algo así.  Pero no te preocupes, no ocurre nada grave, ni malo. Sólo quiero decirte una cosa. Y no sé por dónde comenzar, no porque no tenga nada que decirte, más bien al contrario, sino por que tengo la sensación de que esta carta es la misma que ya te he escrito tantas y tantas veces. En realidad, no tengo nada nuevo que decirte. Nada que no te haya dicho ya. Si necesito expresarme por escrito es por dos razones: por que es mi elemento natural, y por que todo lo que hablo contigo, absolutamente todo lo que te comunico no sólo con mis palabras, queda mucho más claro, más nítido, más cristalino y más puro, puesto negro sobre blanco en un folio como éste.

Te quiero, pero eso ya lo sabes. Quizá no sepas que te quiero más de lo que tú crees. Lo que puede que tampoco sepas es la profundidad y determinación de mi compromiso contigo. Contigo y con esto que llevamos cinco meses creando juntos. Día a día, noche tras noche. No es fácil, bien lo sabemos. No lo hace más sencillo el hecho de que yo sea una mente absolutamente desequilibrada cuya incapacidad para mantener serenas todas mis conexiones neuronales me lleva a profesar cierta ciclotimia anímica que es del todo estúpida e innecesaria. Pero yo soy así. Seguramente no es esto lo que te esperabas cuando mirabas el perfil del Fantantonio allá por abril del año pasado, cuando no éramos más que followers desconocidos, y yo empezaba a camelarte con una parla del todo accesoria, como luego has podido comprobar. Sin embargo, desde el primer día en que te jugaste el tiempo, la seguridad y demostraste una valentía que yo no había visto en nadie hasta entonces jamás, tú me has dicho, una y otra vez, que me quieres como soy. Y yo te pido, amiga mía, niña de mis ojos perdidos, compañera infatigable, que me sigas queriendo siempre así. Y que no tengas demasiado en cuenta las veces en las que no estoy a la altura que una persona tan grande, tan gigantesca, tan noble y tan perfecta como tú exige. Aún soy un niño, a pesar de que vaya camino de los 24, y esta es la primera vez que vivo algo así. Nunca jamás había tenido que compartir mi tiempo con nadie, y todo lo que cada día aprendo y experimento contigo, es algo nuevo para mí. Por eso, lo único que te pido, si es que puedo pedirte algo después de todo lo que me has dado en tan sólo cinco meses, es paciencia. Que le des tiempo a este gigante con pies de barro que se muere por ti y que sólo quiere que sigas volando con él, y que lo sigas sosteniendo. Pues, aunque parezca mentira, siendo tú una pequeña xanina, eres capaz de sostener a ciento noventa y séis centímetros de torpeza enamorada.

Le has dado la vuelta a mi vida, como un calcetín, y yo ni siquiera me he dado cuenta hasta ahora. Me he percatado de que no necesito nada más en mi vida que no seas tú. Me sobra el sol, la primavera, la noche, la fiesta y el tiempo en que tu mirada no sostiene la mía. Me sobra el mundo pero me faltas tú. Has hecho de mí alguien preocupado por algo más que por lo que tiene delante de su nariz, y eso, aunque tú no lo creas, es algo muy importante. Contigo me estoy haciendo mejor persona, aunque haya días, como hoy, en que no te demuestre de forma suficientemente decidida lo que significas para mí. Eres mi luz. Una vez me dijiste que yo era música para ti. Que pensabas en mí, y eso era lo que se dibujaba en tu mente. No creas que lo he olvidado. De hecho, no he olvidado nada que tenga que ver contigo.

No he olvidado cuándo fue la primera vez que me dijiste te quiero, ni tu mirada al hacerlo. Por que esa fue la primera vez en mis 23 años que alguien se dirigió a mí y puso su vida en mis manos. Te he escrito cuatro párrafos para decirte algo para lo que ni siquiera todos los diccionarios del mundo, ni ninguna de las gramáticas que se han escrito desde que el hombre es hombre, es capaz de ayudarme a expresar. Te quiero, o te amo, son fórmulas demasiado simples. Demasiado pequeñas. Si te digo que quiero que seas la madre de mis hijos, y que quiero acabar contigo mirando cómo juegan nietos que tengan tus apellidos mientras el sol se va poniendo detrás de las olas, en alguna casa con porche que dé al mar, en realidad, sólo te estoy diciendo una parte mínima, pequeñísima, de todo lo que quiero vivir contigo, de aquí al día en que mi corazón diga basta.

Tuyo siempre.

A.