viernes, 9 de diciembre de 2011

Cuatro paredes

Vivo entre cuatro paredes. Frías, solitarias, blancas. Nada hay en su interior, salvo un hombre, y un destino. No estás aquí, pero te invoco. Cada centímetro de mi piel, y cada pulgada de mi alma, bailan la danza de la lluvia, escribiendo tu nombre en el aire. No estás aquí, pero te llamo. Aunque mis dedos se congelen al pulsar teclas sin vida, inhalo el gustoso aroma del recuerdo y cada letra es una punzada, cada sílaba un te quiero, cada palabra un juramento. Juro ante este cielo sin Dios, y ante mi reflejo en el espejo, que mi ser, el de ahora y el que me espera en el mañana, no vale nada ante tu ausencia. Y que trueco cada acto de respirar de mis pulmones por un beso tuyo. ¿Qué soy, pues, sino una espera permanente? 


Vivo entre cuatro paredes. Desangeladas, tristes, vacías. Mas tu voz es un hálido, de vida y de fuego, y cada sonrisa de ese rostro inmortal es una llamarada de luz hacia la noche oscura. Te extraño, te deseo, te quiero, te anhelo. No son estas paredes ninguna jaula, puesto que nací con el don de poderme escapar a cualquier parte con sólo enfrentarme a un folio en blanco. Si Dantés necesitó un saco y un muerto para escapar del infierno, yo tengo mis palabras, yo tengo el verbo. Mi mundo es un pañuelo que lleva tu rostro impreso cual verónica maravillosa, y a pesar de la distancia, puedo traerte a mi lado con sólo un plumazo. Podrán quitarme todo, pero no podrán quitarme mis sueños. Ni mis recuerdos. Estás pegada a mí como un tatuaje de tinta indeleble, y por ello respiro. ¿Qué soy yo, sino una llama que titila señalándote el camino?




Vivo entre cuatro paredes, y en ellas escribo tu nombre. Raspo la cal con mis uñas y tras ellas está la puerta hacia tu universo. Voy dejando huellas, rastros de tus besos, pisadas en la nieve que indican al caminante despistado por dónde anduviste entre mi cuerpo. Posando tus labios, lamiendo con tu lengua, devorando con tus ojos de duende travieso. Quien supiera leer en mi tez de jeroglifo, comprendería que sólo es un mapa de tu amor por ella. De tus pasos, de tus lágrimas, de tus caricias infinitas. Araño las paredes de esta celda trazándote el camino. Sueño cada día, y cada noche desvelada, por adelantar el tiempo y volver a verte. Llamo al diablo en el que no creo para proponerle un pacto, pero no me escucha, no me quiere. Le regalo mi alma a cambio de tenerte para siempre, todos los días, todas las horas. ¿Qué soy yo, sino un hombre que sólo te espera a ti?

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