viernes, 4 de noviembre de 2011

El monte de los lobos

Estaban arriba del todo, y la noche se abría, infinita, esparciendo un haz de estrellas luminosas por la bóveda que no era celeste, sino azul oscuro, profundo y espectral. Atenas, la vieja y maltrecha, cuna, extendía su manto desde las laderas de aquel monte hasta las oscuras aguas que lamían la orilla del Pireo. Era una noche realmente espléndida. Soberbia.

-¿Has visto?

-Sí. Es maravillosa.


 La miró durante largo rato. Ella recortaba su perfil suave y delicado en las sombras que la pequeña ermita ortodoxa, que culminaba el antiguo monte de los lobos del Peloponeso, proyectaba hacia donde estaban. Había pronunciado esa palabra, maravillosa, con ese tono deliciosamente perturbador que le removía el alma. Las luces interminables que venían despedidas de la ciudad, allá abajo, a lo lejos, crepitaban en su tez, blanca, pecosa, hermosísima. Como el viejo mar que los esperaba, a unos kilómetros de allí. Aquella ciudad había parido una noche como esa, y él sintió, en lo más hondo de sí mismo, que necesitaba tener la certidumbre de que, algún día, volvería a revivir una noche así, con ella.

Dejó de mirarla por un segundo, y posó sus ojos sobre aquella ciudad arrebatadoramente hermosa. Por qué no, se dijo en sus adentros, por qué no iba a poder volver con aquel ser increíble a la ciudad donde las piedras cuentas historias interminables. Ella, y entonces volvió a mirarla, fugazmente, apenas lo suficiente para advertir una divertida sonrisa en sus frutales labios de fresa al sorprenderlo en anonadada observación, ella era el trozo de gloria que había conseguido arrancarle a aquella vida sucia y fea que le había tocado vivir. El trozo de luz, de color, de música y de armonía, que lo dejaban en paz consigo mismo y con el universo. El paraíso por el que había merecido la pena haber nacido. Por mi vida, volvió a pensar, que volveré contigo otra vez aquí, a lo alto de este monte mágico y embrujado. Para volver a recitarle a Atenas un nuevo capítulo de nuestra historia.


-Es maravillosa...como tú

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